Neville
Goddard (14 de octubre de 1968)
LA
FUENTE
El hombre está buscando la fuente, la causa, de los fenómenos de la vida. En su búsqueda, él crea y sobrepasa sus muchos conceptos de Dios, hasta que encuentra al único Dios que nunca puede sobrepasar y por tanto nunca puede perder. Ese es el Dios que encuentra en una experiencia en primera persona del presente.
He aquí una historia verdadera que linda con esta verdad. Mientras un amigo se estaba afeitando, su hija pequeña le observaba y, cuestionándole le preguntó: “¿Dónde vive realmente Dios?, y él abstraídamente le respondió: “En el pozo.” Riéndose de su tonta respuesta, la niña corrió a contárselo a su madre. En el desayuno esa mañana, cuando su mujer le preguntó por qué había hecho él tal afirmación, no pudo responder, pero más tarde ese día recordó.
Cuando era un chico joven en Polonia, un grupo de gitanos pasó por allí y se detuvo en el pozo del patio de sus padres. Uno en particular captó su atención. Era un gigante de hombre con una barba roja recortada. Mientras el chico observaba, el hombre sacó el cubo de agua de madera del pozo. Su postura y sus grandes manos hacían parecer el cubo como si no pesara más que una taza de té, y mientras bebía, el agua se escurría hacia abajo por su barba y sobre su pecho. Cuando el hombre hubo terminado, desató un pañuelo de seda multicolor y secándose la cara se limpió la barba, e inclinándose por encima miró a lo profundo del pozo durante lo que pareció al niño un muy largo tiempo.
Curioso, el chico trató de trepar el lado del pozo para ver qué había dentro. Viéndole, el hombre sonrió, levantó al chico y dijo: “¿Sabes dónde vive Dios?” Sacudiendo negativamente con la cabeza, el hombre le sostuvo sobre el pozo y dijo: “Mira.” En la quietud de ese agua el chico vio su propio reflejo y dijo: “¡Ese soy yo!”, y el hombre contestó: “Ah, ahora tú sabes dónde vive Dios.”
Este concepto está más cerca de la verdad de Dios que el noventa y nueve por ciento del mantenido por la gente. Aquí estaba un gitano supuestamente ignorante, viajando de ciudad en ciudad, que sabía dónde vivía Dios y no recurría a ningún otro. Viendo el pozo, él supo que ahí habría agua. Poseído, sí, por el que vivía en la finca, pero ellos no dejarían de usar “su” agua. No teniendo deseo de acumular cosas, este gigante de hombre enseñó a este chico una maravillosa lección para que todos nosotros la recordáramos. Cuando tú ves tu reflejo, sea en un espejo o en la superficie de una charca, tú estás mirando a la cara de Dios.
Ahora, el primer verso del Génesis y el primer verso de Juan están equiparados. El Génesis comienza: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra”, y Juan nos dice: “En el principio era la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios.”
En hebreo y otras lenguas esquemáticas, las palabras para “cabeza” y “principio” tienen la misma raíz. Achaia, uno de los grandes académicos del siglo primero y amigo y compañero próximo de Pablo, tradujo el manuscrito antiguo del hebreo al griego. En su traducción él usó la palabra “cabeza” en lugar de “principio”. Su manuscrito dice: “En la cabeza Dios creó los cielos y la tierra.” Esta palabra hebrea “rosh” es definida en la Concordancia de Strong como “la cima; la parte más alta; el principio; la cabeza; la piedra angular.” Así que es en la cabeza donde Dios creó los cielos y la tierra.
Blake, declarando que su gran poema “Jerusalem” fue dictado desde lo alto afirmaba:
“Todo lo que contemplas, aunque parece fuera, está dentro, en tu Imaginación de la cual este mundo de mortandad no es sino una sombra.”
Blake nos quiere decir que tomemos esa afirmación literalmente. Todo eso de lo que tú eres consciente está dentro de ti. ¿Dónde más podría estar? Considerar y ver este mundo como mecánico y no espiritual te hace seguir perdido en tu búsqueda, pues el mundo es tu criatura. Tú eres su fuente. Todo lo que percibes está dentro, pues es en la cabeza donde Dios creó los cielos y la tierra.
No estoy hablando de tu cabeza mortal. Ella es sólo un símbolo, un reflejo de la inmortal. El día vendrá en que tu cabeza mortal regresará al polvo, pero hay una cabeza que sobrevive a ésta. Una cabeza capaz de restaurarte y vestirte instantáneamente con un armazón mortal igual que el presente, sólo que joven, para encontrarte en un mundo terrestre igual que éste. Esa es la cabeza en la cual Dios duerme. Es ahí donde el patrón está enterrado. Y es en esa cabeza donde el patrón del hombre se despliega para revelarte como la fuente.
Al hombre le resulta difícil creer que él es la causa de toda vida, sin embargo yo digo que no hay otra. Mira en el ojo de tu amigo – o enemigo – y te verás sólo a ti mismo. Verás a Jacob, la pupila (hombre pequeño) del ojo de Dios.
La imaginación (Dios) está por siempre viéndose reflejada en el mundo, igual que tú, mirando en el ojo de otro, te ves tú mismo reflejado. Así, el chico miraba en el pozo, y al ver su reflejo dijo: “Soy yo”, y el hombre sabio contestó: “Ah, ahora tú sabes quién es Dios.”
Al hombre le pueden decir una y otra vez que él no va a encontrar a Dios como otro, pero no puede creerlo hasta que ese patrón enterrado en la cabeza se despliegue. Entonces y sólo entonces sabrá más allá de toda duda quién es Dios.
Yo sé quién es el Señor, pues yo estuve en su presencia. Vi su forma y conversé con él como de hombre a hombre. Su apariencia era la semejanza y similitud del amor, y cuando nos abrazamos fui incorporado a ese cuerpo único de amor.
Si Dios es el principio de la humanidad universal, y yo soy uno con el cuerpo de Dios, y uno con el espíritu de Dios, entonces yo soy Dios. Por lo tanto, vi con antelación a qué me parezco. La divina aparición, vistiendo la semejanza de amor, me cuestionó y yo no tuve otra respuesta que amor. ¿Qué podía ser más grande que lo que yo estaba mirando? Así que cuando me incorporó a su cuerpo de amor, me incorporó a la humanidad universal.
Habiendo visto el rostro de radiante amor, y ser incorporado al cuerpo de amor, no puedo perder a mi Dios. He descubierto que es mi propia maravillosa imaginación humana, y no puedo sobrepasarle. No puedo ir a otra parte y no puedo perder a este Dios. Él es mi Dios por siempre y para siempre, ¡y es mi mismo ser!
Habiéndoseme revelado, él y yo nos convertimos en uno en una experiencia en primera persona del presente del singular. Entonces todo lo dicho del patrón hombre que llamamos Jesús se desplegó en mí; y ahora digo, sin embarazo o inclinación de cabeza alguna, yo soy Él. En tanto que continúe llevando mi frágil pequeño cuerpo de carne y hueso, no puedo reclamar mi herencia celestial, pero sé que será mía instantáneamente cuando yo deje este cuerpo por última vez.
Se ha conferido al Cristo Resucitado, en la experiencia de los hombres, el divino nombre de Señor. Cuando Felipe dijo: “Oh Señor, muéstranos al Padre y seremos satisfechos”, el Cristo Resucitado contestó: “¿He estado tanto tiempo con vosotros y sin embargo no me conocéis? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre.” Esta experiencia tiene lugar después de la resurrección, pues el divino nombre de Señor es puesto al Cristo Resucitado.
Esta historia es contada como si un hombre de carne y hueso estuviera hablando, pero no lo es. Las Escrituras son completamente sobrenaturales. El descubrimiento de Dios es sobrenatural, pues él se revela sólo al que tiene la experiencia. Y cuando tú lo cuentas, aquellos que te oyen o creen tu historia o no la creen. Si alguien tiene un concepto de Dios como un pequeño hombre físico, ese concepto debe ser sobrepasado, y el hombre debe crecer y crecer antes de que pueda comprender lo que estás diciendo. Así que puede ser que aquellos que oigan tus palabras no puedan aceptarlo, pero no desesperes; continúa contándolo y quizás un uno por ciento de los presentes lo captará. No importa cuántos puedan oír con entendimiento, tú ofrécelo de todos modos.
Medita sobre este cambio de sentido. No es en el principio del tiempo y el espacio, sino en la cabeza donde la palabra estaba y está con Dios, pues la palabra es Dios. Y fue en la cabeza donde Dios creó los cielos y la tierra, así que ¿dónde más podrías tú ir a encontrar algo?
En la edición del 7 de Septiembre de 1957 del Saturday Evening Post, Harold H. Martin escribió un artículo titulado “Los Asombrosos Kennedys”. En él decía, “Los admiradores de Kennedy esperaban confiadamente el día en que ellos verían a Jack en la Casa Blanca, a Bobby en el gabinete como Fiscal General y a Teddy como senador de Massachusetts.”
He aquí una familia que se atrevió a romper una de las más temibles barreras que nunca existieron en nuestro país respecto a la Casa Blanca: ¡ser católico! Mi amigo David siempre utilizaba la palabra BASP, que significa “Blanco Anglo-Sajón Protestante”, proclamando que si tú no eras un BASP, no podías pretender el más alto cargo en nuestra tierra. Bueno, Kennedy era Blanco, Anglo-Sajón y Católico. Su familia entera eran ardientes católicos, sin embargo ellos rompieron esa barrera. ¿Por qué? Porque imaginar crea la realidad.
Allá en 1957, los actos imaginativos de los admiradores de Kennedy fueron impresos para que todos los vieran. No dijeron que Bobby tendría un puesto en el gabinete, ¡sino que especificaron qué puesto! O que Teddy sería senador, sino de qué estado sería representante, y todo llegó a pasar. Si no duró, esa no es la cuestión. ¡Llegó a pasar! Y a causa de los asesinatos, sus actos imaginativos permanecieron indeleblemente impresos en la historia de nuestro país. Lincoln, así como los que no son importantes como presidentes, viven más tiempo en la memoria de los hombres cuando son asesinados. Así que aquí encontramos a estos ardientes admiradores determinando lo que ellos admiraban; persistieron y llegó a pasar. ¿Por qué? ¡Porque todo está dentro!
¿Puedes concebir un deseo y ser ferviente sobre él? ¿Puedes querer la gracia de Dios con la misma intensidad que el salmista que dijo: “Como el venado que anhela los arroyos de agua, así te anhela mi alma a ti, oh Dios.” He aquí a un pequeño ciervo (pues eso es lo que es un venado) sabiendo que las bestias salvajes apresan a todo animal que beba ahí, que desea el agua con tal intensidad que está dispuesto a enfrentar cualquier cosa para llegar a esa pequeña charca. Si tú pudieras volverte así de sediento por Dios, lo encontrarías en ti mismo, en una experiencia en primera persona del presente, pues nunca le encontrarás de ningún otro modo.
Cuando yo le encontré estaba emocionado más allá de toda medida. Habiéndoseme enseñado que Dios era otro, me había formado un concepto mental de él que me aliviaba y me permitía rezar a alguien distinto de mí mismo. Pero cuando le encontré, le encontré en mí mismo, ¡como yo mismo! Entonces supe que yo no podía rezar a otro; yo debía volverme hacia dentro y apropiármelo, ¡pues todo está contenido dentro de mi propia maravillosa imaginación humana!
La traducción de Achaia fue realmente un fantástico regalo para el hombre. Pero incapaz de creerla, el hombre eligió otra definición, y ahora todas las traducciones dicen “En el principio”; sin embargo podría haber sido: “En la cabeza Dios creó los cielos y la tierra, pues en la cabeza está la Palabra, y la Palabra está con Dios, y la Palabra es Dios.”
Ahora, si por Dios todas las cosas fueron hechas, y sin él no se hubiera hecho nada de lo que fue hecho, y tú estás enfrentando un terrible problema, ¿no lo hizo vivir Dios para ti? ¿Y no puede él deshacer cualquier cosa que ha hecho? Entonces, si por tu admiración por cierta familia, los ves exactamente como tú quieres verlos, y crees hasta el punto que imprimes tu proyección en una revista internacional, y llega a pasar en tres años, ¿no has encontrado la fuente, la causa de la vida?
Esto me lleva a una cuestión. Una señora recientemente me preguntó en qué estaba equivocada, porque, sabiendo en lo profundo de su alma que estaba en lo cierto, cuando se enfrentaba con otra opinión, ella permanecía callada, incapaz de expresar su oposición.
En el Libro de Juan, él cuenta una increíble historia diciendo: “Yo soy Dios Padre. Cuando tú me ves, ves al Padre. ¿No sabes que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?” Haciendo una afirmación fantástica tras otra él añade: “Te lo he contado antes de que tenga lugar, de modo que cuando tenga lugar tú creas que yo soy él.” Pues se nos dijo: “A menos que tú creas que yo soy él, morirás en tus pecados.” (Juan 13-14)
Juan enfatiza una y otra vez que tú debes creer que eres el que te gustaría ser o nunca te convertirás en él. Por el contrario, permanecerás siendo el que tú te crees que eres ahora mismo. Tu creencia está siempre exteriorizándose en la pantalla del espacio. Tiene que estarlo, pues está en ti y no ahí fuera.
Cuando tu creencia se convierte en un hecho y parece sólidamente real en el exterior, es porque está apoyada por ti en el interior. El día que dejes de creer en ella, se desvanecerá, pues todo debe ser construido sobre el fundamento de la creencia. Yo creo que soy un exitoso. Seguiré siendo exitoso sólo en la medida que continúe creyendo que lo soy. El día que deje de creer, el fracaso entra y el éxito se desvanece.
Tú debes creer que estás en cierto estado. No puedes olvidarlo si quieres exteriorizar ese estado. Puedes soltarlo después de alcanzar un cierto punto, pero si quieres mantenerlo vivo, debes hacerlo dentro de ti mismo, pues nada llega a ser sin estar sustentado por un acto imaginativo, y nada permanece a menos que esté sustentado por ese acto. El día que el sustento imaginativo es retirado, la cosa empieza a desvanecerse y deja de estar en tu mundo. Esto es cierto para un matrimonio, una amistad o un negocio.
Si tú sabes lo que quieres, dátelo a ti mismo, pues hay sólo una fuente de causalidad. Esa fuente es Dios. Él es el soñador en ti, que despertará de su maravilloso sueño de la vida, y cuando lo haga, te darás cuenta de que has estado soñando todo el tiempo. Muchos grandes poetas han tratado de decir esto, pero el hombre no puede comprender que el poeta, en contacto con una capa más profunda de su propio ser, hubo despertado y registrado sus experiencias, hasta que sucede en el individuo.
El soñador en ti es Dios. Es él quien es la fuente, la causa de tu vida. ¡Sueña fervientemente! ¡Sueña con intensidad! Utiliza las técnicas recogidas tales como: “Ven cerca, hijo mío, que yo pueda sentirte.” Tú puedes, por una sensación espiritual, convencerte de que tú estás experimentando algo físicamente.
Yo conozco a una señora en Nueva York quien, como combinación de sastra y diseñadora, no estaba ganando mucho y quería, no sólo tener un mayor ingreso, sino hacer más diseño que coser. Cuando comentó esto conmigo y me dijo la cantidad de dinero que ella quería ganar, yo le insté a no limitarse, preguntando: “¿Te gustaría supervisar a las que cosen, así como a las que hacen el diseño?” Y cuando me dijo que le encantaría eso, la insté a escribir la cantidad de dinero que le gustaría ganar, deducir sus impuestos, y determinar el total.
Figurándoselo hasta los peniques y creyendo que sería pagada en efectivo, esta señora sintió el sobre conteniendo los billetes y las monedas que ella recibiría. Sacudiendo el sobre, ella oía el cambio traquetear. Entonces rasgaba el extremo del sobre y dejaba caer el dinero sobre la mesa, tiraba de los billetes y los olía. ¿Sabes que puedes oler el dinero? Tiene un olor muy propio, como ninguna otra cosa. Luego esta señora contaba el dinero, hasta los peniques.
Al día siguiente, mientras estaba en su habitación en un hotel en la calle 34, su teléfono sonó y fue avisada de que un caballero estaba en la planta baja y quería verla. Ella nunca había visto a este hombre antes, pero conocía su reputación, y ciertamente nunca soñó que él la llamara. Pero lo encontró en el recibidor, donde discutieron el asunto en términos de que ella sería cada vez más la diseñadora y cada vez menos la sastra. Ella luego mencionó el sueldo que habíamos comentado y cuando él estuvo de acuerdo, ella prometió empezar a trabajar para él el lunes siguiente. Una semana más tarde, cuando abrió su sobre, contó su dinero hasta los peniques que ella había imaginado sólo una semana antes. Ahora, ¿cómo puedes llamar a eso coincidencia? Ella estaba deseosa de hacer un cambio y, creyendo, interpretó el papel de Isaac.
Isaac era ciego. Él no podía ver, pero podía sentir. Sabiendo que un hijo estaba cubierto de pelo, mientras el otro no tenía ninguno, Isaac deseó al que él podía tocar con la sensación. Cuando Jacob se acercó, vestido con pelo, Isaac dijo: “Aunque tu voz suena como la de Jacob, se te siente como Esaú. Entonces, basando su convicción en la sensación más que en el sonido, Isaac dio a su hijo Jacob el derecho de nacimiento. Y cuando Esaú regresó para descubrir que su hermano había engañado a su padre, Isaac dijo: “Yo le he dado tu bendición y no puedo quitarla.”
Esta señora dio su bendición a un trabajo mejor y más dinero. Vistiéndolo con los matices de la realidad, ella sintió su existencia y le dio el derecho a nacer. Ella hizo esto el viernes, y al día siguiente mismo el nuevo estado vino a la existencia.
Yo te insto a no desesperar. Si has tratado y tratado de imaginar, aunque hayas fracasado, no abandones, trata de ser más intenso. Trata de ser más creyente respecto a la realidad de tu acto imaginativo. Al hombre, creyendo en la mecanicidad del universo, le resulta difícil verlo como imaginario, pero lo es. Cuenta la historia de los Kennedy al hombre medio y él dirá, ¿y qué? Él no puede ver esa historia como confirmación del hecho de que imaginar crea la realidad. Podrías contarle un ciento de tales historias pero, imbuído en creer que este mundo es mecánico y debe ser movido desde el exterior, al hombre le resulta difícil entender que el mundo se reorganizará para reflejar cualquier cambio que tenga lugar en el individuo. Pero el cambio tiene lugar en la imaginación, ¡no en el mundo!
Medita en el hecho de que es en la cabeza donde Dios creó los cielos y la tierra. Sabiendo dónde está la cabeza, sabrás dónde está la fuente. Entonces sabrás dónde está Dios, pues él está en la cabeza.
¡Mira en el espejo y ve a Dios! Mira cualquier cosa que refleje tu cara y estás viendo a Dios. Entonces un día, cuando estés en Su presencia, tú le conocerás. Llamado la Humanidad Universal, porque Él lleva a uno tras otro a su único cuerpo. Cuando ves ese cuerpo, ¡ves amor! Comunicas como de hombre a hombre, abrazas y te haces uno con el Cristo resucitado, incluso aunque tarde 30 años para que la confirmación aparezca. Pero la alegría que te está reservada cuando el momento se cumpla y las Escrituras erupcionen, bien vale la espera, pues tú experimentarás todo lo que se ha dicho de Jesucristo; incluso al hijo de Dios llamándote padre.
Las Escrituras realmente significan lo que dicen, pues es David el que proclama que el Señor le llamó su hijo (Salmo 2) y eres tú quien declarará: “He encontrado a David. Él me gritó: 'Tú eres mi Padre, mi Dios y la roca de mi salvación.'” (Salmo 89) David está enterrado en la cabeza donde Dios creó todo en los cielos y la tierra. Es en la cabeza donde Dios está enterrado, y es desde la cabeza desde donde su paternidad es revelada.
¿Cómo más podrías saber nunca que tú eras Dios Padre a menos que su hijo te lo revelara a tí? Esta experiencia está reservada para cada uno. Yo lo sé, pues no estoy teorizando o especulando, sino diciéndote exactamente lo que yo he experimentado. Fue David quien me hizo consciente de ser Dios Padre. Yo sé que tú lo eres también; pero sólo cuando David se te revele, encontrarás al Dios que no puedes perder ni sobrepasar.
¿Dónde desperté? ¿No fue en mi cabeza? ¿De qué parte de mi cuerpo emergí? ¿No fue de mi cabeza? ¿Y cómo podría Cristo emerger de uno en quien él no está presente? Si él no existiera ahora en mí, no podría emerger de mí. Y si él ascendió en mí, él tuvo primero que haber descendido dentro de mí. Él descendió como un relámpago y ascendió de la misma manera; pues en el principio Dios se colocó en la cabeza, y es en esa cabeza donde yo estoy soñando el sueño de la vida.
Todo está contenido dentro de la cabeza del hombre. La explosión tuvo lugar y mi hijo estuvo ante mí en mi cabeza. Fue mi cabeza la que se volvió luminosa como los cielos se vuelven transparentes. La paloma descendió sobre mi dedo, pero besó mi cabeza. Aquí estaba el Espíritu Santo abrazando mi cabeza con afecto, en confirmación de la obra que Dios había hecho y de la cual él estaba bien satisfecho.
Ahora yo debo contarlo y contarlo y continuar contándolo, sabiendo que alguien aceptará mis palabras, mientras otros no lo harán. Pero lo harán un día, cuando hayan sobrepasado a los dioses de su propia fabricación, pues todos nosotros crecemos y sobrepasamos, crecemos y sobrepasamos.
De modo que cuando leas las Escrituras ten siempre en cuenta los personajes completamente sobrenaturales recogidos ahí. Velo como un drama que tiene lugar – no ahí fuera, sino en la profundidad de tu alma.
Trata de volverte tan ferviente de algo para ti mismo como los admiradores de Kennedy lo fueron para él. Vuélvete tan intenso para ti mismo o un amigo como ellos lo fueron para la familia. Nada era más imposible en nuestro esquema político que ser católico y aún así aspirar a la Casa Blanca. Pero ellos lo hicieron y él lo logró, y tú también puedes.
No importa cuál sea tu deseo, recuerda: nada es imposible. Lo que ahora está comprobado fue una vez sólo imaginado, así que comienza por imaginar un estado y convéncete de que estás en él. Blake dijo: “Los antiguos creían que si tú estás auto-convencido, era así. Hubo un tiempo con Imaginación en que una firme convicción movía montañas.”
Tú puedes eliminar los obstáculos aparentemente montañosos que se te presentan simplemente ignorándolos y asumiendo el final. Y si tienes que pasar por encima de la montaña, lo harás, o la montaña será movida. Lo que sea necesario que sea movido para que cumplas lo que has asumido será hecho para ti en tanto permanezcas fiel a ti mismo, la fuente de toda vida.
Ahora entremos en el silencio.
Traducido
por Javier Encina
La
conferencia original en inglés es THE
SOURCE (Neville Goddard 10-14-1968)
lo que publicas...siempre me reconforta y aporta algo más ¡GRACIAS!!
ResponderEliminarQue bueno fue conocerlos!! Cambio mi perspectiva de vida saber de Neville y de Ustedes, Gracias desde el fondo de mi corazon!!
ResponderEliminarSimplemente maravilloso. Muchas gracias.
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