Neville
Goddard (26 de febrero de 1963)
SU
NOMBRE
La
Biblia no es un producto de los seres humanos; no está construída
por el hombre. Es la historia del descubrimiento del hombre, por la
revelación de Dios, del nombre cambiante de Dios, y ello aumenta su
valor para el hombre. En el Génesis 4:26 se nos dice que un niño
nació cuyo nombre era Enosh, nacido de Sarah, y los hombres
comenzaron a invocar el nombre del Señor. Esa es la primera vez que
el hombre comenzó a invocar el nombre del Señor. La palabra Enosh
significa “hombre mortal”, algo que es frágil, algo que
simplemente se agota y desaparece. El hombre mortal empezó a
preguntar respecto a su origen: ¿Por qué estoy yo aquí, cuál es
la causa de los fenómenos de la vida?
La siguiente vez que lo vemos es en el capítulo 32 del Génesis. Es de noche, se nos dice, un hombre llamado Jacob (el suplantador) luchaba con Dios, y cuando llegó a romper el día Dios le dijo: “Déjame partir.” Y él le dijo: “No te dejaré partir hasta que me bendigas.” Y Dios le bendijo. Luego le dijo a Dios: “¿Cuál es tu nombre?” y Dios contestó: “¿Por qué preguntas mi nombre?” Él no se lo dijo, así que Jacob llamó al sitio donde Dios le tocó “Peniel”, que significa “la cara de Dios”, pues dijo él, “Yo he visto a Dios cara a cara y sin embargo mi vida se ha conservado.” Luego, cuando el sol salió Jacob vaciló porque donde Dios había tocado se contrajo. Fue el tendón de su muslo. Eso es lo que el hombre en ese nivel de conciencia creyó que era el poder creativo del universo.
Hoy, en 1963, tú y yo somos testigos de las cosas más fantásticas que el hombre ha concebido. Misiles espaciales que pueden llegar al sol, esas máquinas IBM, cerebros electrónicos – pero nada que el hombre haya diseñado o traído a la existencia alguna vez se puede comparar con un niño. Nada en este mundo que el hombre pueda concebir es comparable al cerebro de un niño. Pues el niño concibió el instrumento que ahora nos asusta. Tenemos una bomba, una bomba nuclear, pero eso no se puede comparar con el cerebro que la concibió, no importa lo que hagamos con ella. Leed el Génesis 32, donde el hombre una vez pensó que el acto sexual era Dios. El acto mismo de producir la cosa más sensible del mundo en la forma de un niño. (No hay una parte del mundo en la que alguien no haya erigido imágenes fálicas en su adoración a Dios.)
Ahora regresemos al Libro del Éxodo, donde el nombre cambia porque no había sido revelado aún. El hombre comenzó a invocar el nombre del Señor, pero ellos no sabían lo que invocaban. Ellos pensaban que era el sexo. Lee Éxodo 3:13-15, cómo Dios se revela a su depositario elegido, Moisés. Y Moisés dijo al Señor: “Cuando yo vaya al pueblo de Israel y les diga, 'el Señor, vuestro Dios, me ha enviado a vosotros', y ellos me pregunten, '¿Cuál es su nombre?', ¿qué les diré? Y el Señor contestó: “YO SOY quien YO SOY.” Las palabras son cada forma del verbo “ser” – “YO SOY el que YO SOY” – Yo seré lo que yo seré. “Diles, 'YO SOY me ha enviado a vosotros.'” Así que cuando vayas al pueblo de Israel diles, el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob me ha enviado a vosotros, y éste es mi nombre para siempre: “YO SOY.” No otro. Y este os llevará fuera del desierto a la tierra prometida. Esa fue la segunda gran revelación del nombre de Dios. El hombre pensaba que era el acto creativo. ¿Quién podría negar que nada en este mundo que el hombre haya creado alguna vez sea comparable al de un hijo? – nada. Y él tiene que remontarse hasta el origen del acto, y de repente sale de este fantástico organismo. Y entonces viene una revelación de otro tipo, que el nombre es “YO SOY”.
Luego viene la revelación final, que encontramos en el Nuevo Testamento, y él trae algo enteramente diferente que el hombre no ha visto antes. Él revela el nombre como “Padre”, “Santo Padre, guárdalos en tu nombre el cual me has dado a mí, para que ellos puedan ser uno como tú y yo somos uno.” Él les dió el nombre que fue su nombre y el nombre fue 'Padre' – la revelación final de Dios al hombre respecto a quién es él realmente: su padre. “Así, en muchas y diferentes maneras Dios habló desde la antigüedad a nuestros padres por los profetas, pero en estos últimos días él nos ha hablado por un hijo.” Si él ha hablado por medio de un hijo, entonces él es un padre. Y así Dios habla al hombre en sus días finales a través de su hijo, y el hijo revela a ese hombre que él es el padre de ese hijo, y entonces – y sólo entonces, el hombre sabe quién es él realmente. Pero hasta que ese día llegue, toma la segunda revelación del nombre de Dios, que es “YO SOY” y úsala, y úsala sabiamente. Tú puedes usarla para cualquier cosa en el mundo. Se te dijo que si tú blasfemas contra su nombre debes ser apedreado hasta morir, como se nos dice en el Levítico 24:16: “Cualquiera que blasfeme contra el nombre YO SOY”, y el nombre ya había sido revelado en Levítico 3. Éxodo 2 reveló el nombre. Ahora, si tú blasfemas contra este nombre, apedréale hasta morir.
Uno que nació de una mujer hebrea que conoció a un egipcio, maldijo el nombre de Dios, y ellos se aprestaron a ver qué diría Dios hacer a tal hombre: apedreadlo hasta morir. Apedrear no significa que tomes piedras y se las arrojes, como hará la gente. Las piedras son los hechos literales de la vida. ¿Cómo podría yo blasfemar contra el nombre de Dios? Con Dios todas las cosas son posibles, así que su nombre es “YO SOY”. Y me atrevo a decir: “Yo soy indeseable; yo soy pobre; yo estoy enfermo; yo soy completamente ignorado en este mundo.” Bien, esto es blasfemia contra Dios. Pues no es lo que yo quiero realmente en este mundo, ni para cualquiera que yo ame. Así que aquí yo estoy blasfemando contra Dios.
Se me dice en Juan 8: “Excepto que creas que yo soy él, morirás en tus pecados.” “Pecar” es errar el blanco. Si no creo que yo soy el hombre que quiero ser, permanezco donde estoy en ese momento de no atreverme a asumir que yo soy el hombre que quiero ser, y permanezco en esa limitación, así que muero, errando el blanco. Así que el ser que tú realmente eres – si la segunda revelación es cierta (y puedo decirte que es cierta, que su nombre es “YO SOY”) – no significa que adores algo de fuera cuando dices, “Yo soy”. Y el día que efectivamente lo contactas como si el concepto ”Yo-Tú” estuviera dentro de tí mismo, sientes quién eres tú realmente.
Ahora he aquí una historia verdadera que oí este sábado pasado. Yo no soy miembro del Club Turf, pero voy ocasionalmente cuando estoy invitado y alguien me lleva. Así el sábado pasado mi mujer y yo fuimos llevados al Club Turf. Me presentaron a este pequeño hombre que estaba sentado justo en la fila de abajo. Un tipo extraño, un tanto raro, y entonces me contaron su historia. Él había venido desde Kentucky sin un centavo. Cómo consiguió el dinero necesario para comprar una pequeña parcela de tierra, yo no lo sé, eso no me lo dijeron; pero él compró una pequeña parcela de tierra en el condado de Ventura. Quería tener petróleo, así que dormía allí mismo echado sobre la tierra. No se construyó ninguna pequeña choza – dormía directamente en el suelo. Con la cabeza apoyada en el suelo oiría el petróleo subir, olía el petróleo, y a veces llegaba a su casa a las 6 de la mañana y su esposa estaba angustiada. “¿Qué te ha pasado?” Él había estado durmiendo allí echado sobre la tierra trayéndolo.
Hoy día el hombre – yo diría que es unos diez años mayor que yo, que es 68, o como mucho 70 – no tiene problemas financieros. Ha regalado fortunas. Tiene más de 6 millones, como me dijo él mismo, pero ahora tiene otro problema, y ha olvidado el nombre de Dios. Su problema actual es el aburrimiento. Él va al hipódromo cinco días a la semana, de martes a sábado. Si gasta diez mil, no hay problema, si gasta veinte mil, eso no es problema. Pero está aburrido y no está físicamente bien, y no recuerda cómo trajo el petróleo a la existencia por el nombre de Dios. Cuando él puso su cabeza en esa tierra y empezó a escuchar, ¿quién estaba escuchando? Si le hubieras dicho: “¿Qué estás haciendo?” “Yo estoy oliendo el petróleo”. Eso es lo que él hubiera dicho. Tú has invocado el nombre de Dios. “Yo estoy oliendo el petróleo. Yo estoy oyendo el petróleo”, es lo que él hubiera dicho. Él lo atrajo todo, pero no recuerda el nombre de Dios.
Ahora está diciendo: “Yo estoy achacoso”. Él está blasfemando el nombre de Dios. Se te dijo: “El hombre que blasfeme el nombre de Dios, apedreadlo hasta morir.” La piedra está “mostrando los hechos de la vida”, así que él está mostrando los hechos de la vida. “No te sientes bien, ¿verdad?” De modo que ves que todas las cosas del mundo le van mal, y se lo dices. Estas son las piedras, pero él ha olvidado y los que están a su alrededor no lo saben. Una vez usó el nombre de Dios sabiamente y trajo la riqueza a su mundo. Él podría traer la salud a su mundo si usara el nombre de Dios.
“Éste es mi nombre para siempre”, dijo Dios en Éxodo 3. Pero revelaré un nombre aún más grande cuando el hombre comience a despertar, y el nombre final es “Padre”. Y así: “Muéstranos al Padre”, y tú serás satisfecho. “¿He estado tanto tiempo contigo y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre, ¿cómo entonces puedes decir 'muéstranos al Padre'?” Así que aquí, te digo, yo soy el padre, y nadie sabe que él es el padre. “Santo Padre guárdalos en tu nombre, que tú me has dado, para que puedan ser uno igual que nosotros somos uno.” No hay modo en este mundo de que tú y yo sepamos que somos uno, salvo a través de este último acto de Dios revelándose, cuando él te da su último nombre, que es “Padre”. Yo soy el Padre, que yo conozco, y tú serás el Padre del mismo y único Hijo engendrado de Dios. Y cuando tú le ves, como yo le he visto – y tú le verás, y tú eres su Padre – entonces tú y yo somos uno. Pues yo no puedo ser el padre de tu hijo y no ser tú. Y esa es la revelación final de Dios al hombre en este nivel.
Así, “De muchas y diferentes maneras Dios habló desde la antigüedad a nuestros padres por los profetas, pero en estos últimos días él nos ha hablado por su Hijo.” Y el hijo revela la naturaleza del padre. Nadie conoce al padre excepto el hijo, y todo aquel a quien el hijo escoge para revelársele. Hasta que ese día llegue, usa la segunda revelación – que es su nombre para siempre – y úsala sabiamente, como se nos dice en el Salmo 9, verso 10º: “Aquellos que conocen tu nombre confían en Tí.” Si tú conoces el nombre, el nombre es el indivíduo mismo. El nombre de Dios es YO SOY y eso es Dios. Así que esta noche, si tú conoces el nombre, cree en él, confía en su nombre. Y escuchas como si oyeras lo que oirías si fueras el hombre que tú quieres ser, y confías en su nombre, y él nunca te abandonará.
Aquí el nombre cambia cuando el hombre comienza a despertar como Dios, y la revelación final – no conozco capítulo más grande que el capítulo 17 de Juan, donde él se revela y se da al hombre. “Santo Padre, glorifícame con tu propio ser.” Él no quiere ninguna otra gloria. Es Dios mismo dándose al hombre, pues ése es su propósito. Y cuando él consigue su propósito, el hombre a quien él mismo se ha dado es Dios y Dios es “Padre”, la revelación final. Por lo tanto, debe haber un hijo. ¿Dónde está el hijo si yo soy un padre? Y aquí viene el hijo a la existencia y él es David, el único hijo engendrado de Dios. “David, tú eres mi hijo, en este día yo te he engendrado.” Eso está oculto en el hombre hasta ese último momento en que el velo es levantado y la paternidad es revelada al hombre a través de la naturaleza del hijo. Ahí tú ves a David, y David te dice quién eres. Tú eres su padre, él te llama padre, y llamándote padre el Salmo 89 se ha cumplido: “Yo he encontrado a David” y éste me grita: “Tú eres mi padre, mi Dios y la Roca de mi salvación.” Y tú le ves, y sin embargo no hay cambio en tu YO SOY-dad. El yo que se convierte en su padre es el mismo que había antes, sólo que un yo mucho más grande. Incluye la paternidad, pero el mismo sentido de YO SOY-dad. No has cambiado tu definida individualidad, pero ahora se ha ampliado hasta incluir la paternidad, y ese padre es Dios. Y tú se lo cuentas al mundo con la esperanza de que puedas hacérselo tan claro como lo es para tí.
Lo aceptes o lo rechaces, es verdad y el día vendrá, con el tiempo, en que cada indivíduo tendrá la misma experiencia y pasará a través de todo. Hasta que eso suceda, usa su nombre sabiamente, como se nos reveló a través de su profeta Moisés en el 3er capítulo del Éxodo. Úsalo para riqueza, salud o reconocimiento, pero no blasfemes contra el nombre de Dios. “A menos que creas que yo soy él, morirás en tus pecados.”
Así se nos dice: “Ellos tomaron piedras para arrojarle, porque les había ofendido, había blasfemado contra el nombre de Dios, pues él afirmó 'Yo soy Dios'.” Eso era blasfemia en su nivel y tomaron piedras para arrojárselas. ¿Qué piedras? Le dijeron que ellos conocían a su padre. Conocían a su madre, a sus hermanos y a sus hermanas terrenales, y los nombraron. Dijeron: Yo conozco a tu padre y a tu madre, José y María, y le nombraron a sus cuatro hermanos. Ellos implicaron a múltiples hermanas, y entonces comenzaron a mostrarle los hechos de la vida, y los hechos contradecían su afirmación. Por tanto estaban apedreándole con los hechos de la vida. Esas eran las piedras. Entonces él desapareció de entre ellos. No podía argumentar con esa mentalidad, porque ellos conocían exactamente sus antecedentes físicos, y él les estaba diciendo: “Si vosotros recibís lo que os digo, yo os daré poder para convertiros en hijos de Dios, que no nacieron de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios.” Este verso es algo enteramente diferente en la fisiología griega. “Nacer de la sangre” para ellos significaba que la semilla de hombre se mezcló con la sangre de mujer, y de esta unión vino un hijo. Nacer de la “voluntad de la carne” es por impulso sexual. No nació de esta manera. Nacer de hombre significa tener parentesco humano. No nació de esta manera. Nació de Dios. Algo enteramente diferente, en que el hombre de repente despierta dentro de si mismo y sale de su propio cráneo para descubrir que todo el tiempo ha estado dormido.
Entonces lees estas palabras en Revelación 1:18: “Y él se creyó vivo y estaba muerto.” Aquí un hombre estaba muerto, y durante todo el tiempo creyó que estaba vivo. Para todo el mundo, el sueño es tan profundo, es tan hondo, que no sabe que está dormido. Y el sueño es tan profundo que es comparado espiritualmente a un hombre muerto. Entonces un día, en el propio maravilloso tiempo de Dios, él se despierta en el hombre y lo saca adelante, y entonces despierta por primera vez para darse cuenta de que a través de las edades él ha estado muerto pero no lo sabía. Pero ahora él ha resucitado por la misericordia de Dios. Pensaba que estaba dormido mientras pensaba que estaba despierto, y sin embargo estaba muerto.
Mientras tanto, tú que te crees vivo, intenta este principio por el uso del nombre de Dios. No te fallará, te prometo que no lo hará. Pero ten en cuenta esto: puedes tener riqueza esta noche y haberla asegurado fuertemente – mobiliario, joyas, pieles, pero la dejaste cuando viniste aquí esta noche, la dejaste donde quiera que tengas esta riqueza externa. Puedes tener acciones y bonos, pueden estar asegurados, pero los dejaste donde quiera que estén, quizás en cajas fuertes, en vuestras casas. Estando justo aquí hace alrededor de dos años dejé este estrado y miré hacia fuera y vi esas enormes llamas y todas esas bellas casas ardiendo. Estaban quedando atrás donde quiera que la gente estuviera, todo consumido en cuestión de minutos. Pero una cosa no puedes dejar atrás, y siempre la llevas contigo después de encontrar el nombre. ¿Puedes ir a algún lugar donde puedas dejar atrás tu “YO SOY”? ¿Dónde puedes ir en este mundo donde dejes tras de tí el único poder en el mundo, “YO SOY”? “Aquellos que conocen Tu nombre ponen su confianza en Ti.” No en el banco, no en su posición social, su posición financiera, intelectual o cualquier otra. “Ponen su confianza en Ti”, ¿Quién eres tú? “YO SOY”. Así que cada uno que vino aquí esta noche trajo ese nombre con él. Cuando salgas de aquí vas a llevarlo contigo. Quizás tú no sabes que lo transportas contigo. Puedes tener un tesoro y no saber que lo tienes. Si yo tuviera mil millones de dólares depositados en el banco pero no lo supiera, podría morir de hambre por falta de un dólar; y sin embargo podría firmar un cheque si supiera que lo tenía, y podría retirarlo para mi necesidad terrenal.
Tú no puedes dejar tras de tí el nombre de Dios. Él mismo se puso en tí, tu mismo ser, tu propia YO SOY-dad – eso es Dios. Y puesto que es Dios, no blasfemes contra el nombre. Úsalo sabiamente, úsalo amorosamente, y yo te digo: “¿Qué estás escuchando?” Y tú me dices: “Yo estoy escuchando esto y esto”, o “Yo estoy pensando esto y esto”. Bien, mira que lo que estés escuchando, sintiendo, que lo que estés pensando, esté en armonía con tu más alto ideal. Pues tú lo atraerás igual que este hombre atrajo su petróleo de este pedacito de tierra, y hoy tiene millones – pero aburrido. Tú serás capaz de usarlo sabiamente a través de tus días terrenales, y quizás en esta encarnación el final te será revelado, pero sólo Dios sabe cuándo revela el final.
Yo puedo hablarte y contarte sobre ello, pero no puedo levantar la cortina por ti – sólo el hijo mismo puede revelarte como el padre. Yo puedo decirte: tú vas a ser el padre, eso lo sé, pero yo no tengo poder para rasgar esa cortina y mostrarte a David. Él y sólo él te revelará como el padre. “Nadie sabe quién es el hijo excepto aquel a quien él ha escogido para revelársele.” Pero yo te diré: un día él va a rasgar esa cortina de la mente y presentarse ante tí y llamarte padre. Tú sabrás exactamente quién es él; no habrá duda alguna en tu mente. Tú estás mirando a tu único hijo engendrado. Engendrado no por ninguna mujer en este mundo. Engendrado de tu propio ser maravilloso – tu mente, y ése es David. Y él será igual que es descrito en el Libro de Samuel, no hay duda sobre ello.
Yo no puedo contarte la emoción que hay guardada para ti después de que suceda. Estás tan excitado que no puedes pensar en ninguna otra cosa. Puedes aburrir a tus amigos, puedes aburrir a todo el que te encuentres, porque no puedes pensar en nada sino en este enorme acontecimiento que te ha sucedido, esta cosa celestial que ha tenido lugar. Tú puedes ser un hombre soltero, un hombre que nunca ha conocido a una mujer en este mundo, pero de repente eres un padre, y lo eres en el verdadero sentido de la palabra. Entonces sabrás que él “no nació de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios,” y él te llama padre, y tú sabes que Dios es su padre. Él te dice exactamente quién eres.
Entonces tienes que caminar por la tierra durante los años restantes excluído, porque aún estás vistiendo el ropaje de carne. Y aunque eres ahora heredero de un regalo y de una promesa que ya ha sido cumplida, aún no puedes compartirlo con los demás, de modo que no puede convertirse para ti en efectivo o completamente realizado en ti hasta que te quites el ropaje por última vez. Y entonces eres uno con el huésped celestial. Todo el mundo está destinado – no puedes alardear de ello, no puedes jactarte de ello, porque no lo has ganado. Fue todo el plan de Dios desde el comienzo: “El que comenzó una buena obra en ti” en ese momento la lleva a completarse “en el día de Jesucristo.” Y Jesucristo es Dios Padre. Por tanto, si Jesucristo es Dios Padre, y David le llama “Señor”, ¿quién eres tú? ¿No eres entonces Jesucristo? Entonces realizas las palabras: “No te das cuenta de que Jesucristo está en ti, a menos por supuesto que fracases al afrontar la prueba.” Espero que te des cuenta de que no hemos fracasado en nuestro esfuerzo.
Finalmente leerás las palabras: Y todo desapareció, y estaba sólo Jesús. Moisés estaba presente, Elías estaba presente, todos ellos vieron la gloria de Dios, y cuando todo disminuyó sólo estaba Jesús. Pues ante el nombre de Jesucristo cada rodilla se doblará y cada lengua confesará que él es el Señor, la gloria de Dios Padre. Sólo está Jesús y él tiene un hijo y está compartiendo a su hijo contigo – no andando por la calle contigo como un amigo, sino como tu hijo. Él se da a cada ser en el mundo, y no hay modo de que pueda probar que efectivamente te dio ese don de si mismo a tí, salvo como David, su único hijo engendrado, como tu hijo. La Biblia en miniatura está en Juan 3:10: “Y Dios tanto amó al mundo que le dió su único hijo engendrado.” La gente piensa que dió su único hijo engendrado y que su nombre es Jesucristo. ¡No! Jesucristo por su propia confesión es Dios Padre: “Tú me ves Felipe y sin embargo tú no me conoces. El que me ha visto ha visto al Padre. ¿Cómo entonces puedes tú decir muéstranos al Padre?”
Así que el hijo dado no podría ser ese ser que se llama a si mismo padre, y el padre es Jesucristo. ¿Quién le llamó padre? David. Así él hizo la pregunta; nadie le preguntó. Él dijo: “Yo soy el Padre.” ¿Entonces dónde está el hijo? Así que el trae la pregunta: “¿Qué pensáis de Cristo?”, y ellos dijeron: “Es el hijo de David.” ¿Entonces por qué David en el espíritu le llama Señor? ¿Si David le llama Señor, cómo puede ser él hijo de David? Y nadie hizo ninguna pregunta más. David en el espíritu le llama “Adonai”, una palabra usada por todo hijo cuando se refiere a su padre. Todo hijo habla de su padre como “Adonai”, traducido al español: “Mi Señor”. Así David le llamó “Mi padre”. De modo que él te dice quién es él y quién es David respecto a él mismo. De modo que él va a llamar a todo ser en este mundo “mi padre”. Y como Dios es uno y su nombre es uno, y ante ese nombre cada rodilla debe doblarse, tú estás destinado a saber que tú mismo eres Jesucristo, o Dios Padre.
Pero hasta que te sea revelado, usa su nombre como es revelado a través de su profeta Moisés. “Y cuando vayas a ellos sólo diles 'YO SOY' me ha enviado a vosotros.” Llévalos fuera del desierto a la luz por mi nombre. Cuando tú puedas llevarte a ti mismo hoy, no importa dónde estés, si ahora estás confundido, si eres indeseable, (como piensas que eres), o estás desempleado, (como puedes estar) – llévate de esos estados de esterilidad a estados de fructificación, un estado fructífero, en el nombre. Sólo asume simplemente “YO SOY”, y nómbralo, escúchalo, huélelo, vélo lo mejor que seas capaz, y en la medida que permanezcas leal a lo que estás imaginando y escuchando, tú efectivamente lo exteriorizarás en tu mundo. No lo juzgues antes de intentarlo.
Ahora, si lo que he dicho esta noche ofende, si estuviera en conflicto con lo que tú creías cuando viniste aquí, de nuevo vuelve a las Escrituras: “Y él les ofendió y entonces le vendieron por treinta piezas de plata.” Volvamos al Libro del Levítico. Aquí se nos dice: “Si un buey cornea a un esclavo, mujer u hombre, entonces el dueño del buey debe pagar al dueño del esclavo treinta piezas de plata y luego el buey debe ser apedreado.” El símbolo de Cristo es el de un buey. Si la doctrina cristiana ofende, bueno entonces él te ha corneado por lo que tiene que decir. Y ahora, habiéndolo corneado, el esclavo será compensado, de manera que él debe ser vendido por treinta piezas de plata. De modo que tú siempre cumples las Escrituras. La palabra siempre será cumplida. El prototipo de Jesús el Cristo fue José, y él fue vendido por veinte piezas de plata. Veinte significa “expectación decepcionada.” Treinta es perfección divina. Redúcelo a tres y tres es también asociado con la resurrección. Al tercer día de enterrado, se levantó de las profundidades. Así que aquí, si yo te ofendiera por lo que digo, entonces hazme pagar por mis treinta piezas de plata, pues las Escrituras es todo sobre mí. Pues “Si el buey cornea y de algún modo hiere a un esclavo” … entonces el buey debe ser apedreado con los hechos de la vida.
La gente siempre te arrojará ladrillos y te recordarán “Cuando ellos te conocían”, o incluso cómo ellos te conocen – pues todos nosotros estamos limitados ya que vestimos estos ropajes. Ningún hombre en este mundo puede decirme mientras viste el ropaje que él no está limitado. El Presidente Kennedy está espantosamente limitado en su mandato como Presidente. Le están viniendo ladrillos desde todas partes – lo que él prometió en su campaña para obtener su mandato, y lo que él está entregando. Y en el conflicto entre lo que él prometió y lo que en verdad ha entregado hasta ahora, tú podrías arrojarle todos los ladrillos del mundo. Y él es completamente consciente de ello. Puedes arrojárselos al Papa, a la Reina de Inglaterra, arrojárselos a cualquier persona en este mundo por no obtener cualquier ambición de los suyos. Si yo te introduje en mi secreto y te conté mi ambición, y tú como amigo sabes que yo no la he realizado, y me arrojas todas las piedras del mundo, y me recuerdas lo que dije frente a lo que he cumplido – esto es cierto de cada ser en el mundo. Sin embargo, lo cumplas o no, vuelve y aplica este principio al cumplimiento de tus sueños.
Yo puedo decirte: en mi propio caso, por pequeño que haya sido, todo se ha cumplido cuando fui fiel al uso del nombre de Dios. Cuando me atreví a asumir que soy lo que en ese momento la razón niega y mis sentidos niegan, y permanecí fiel a ello, entonces invariablemente lo realicé. Ha habido innumerables veces en que no he sido fiel a ello. Me detuve, como todos nos detenemos después de un tiempo. Luego somos subidos de repente y tenemos que volver al uso del nombre. Y así, “Aquellos que conocen tu nombre ponen su confianza en ti.” No en algo fuera de tí. Y tu nombre es “YO SOY”, y es tu nombre por siempre y para siempre. Así que pon tu confianza en el nombre de Dios saliendo de aquí esta noche en la creencia de que eres ya el hombre o la mujer que te gustaría ser y ve el mundo como lo verías si fuera verdad. Y en la medida en que permanezcas leal a esa asunción, en esa medida la exteriorizarás y la recogerás como fruto dentro de este mundo.
Ahora entremos en el silencio.
La siguiente vez que lo vemos es en el capítulo 32 del Génesis. Es de noche, se nos dice, un hombre llamado Jacob (el suplantador) luchaba con Dios, y cuando llegó a romper el día Dios le dijo: “Déjame partir.” Y él le dijo: “No te dejaré partir hasta que me bendigas.” Y Dios le bendijo. Luego le dijo a Dios: “¿Cuál es tu nombre?” y Dios contestó: “¿Por qué preguntas mi nombre?” Él no se lo dijo, así que Jacob llamó al sitio donde Dios le tocó “Peniel”, que significa “la cara de Dios”, pues dijo él, “Yo he visto a Dios cara a cara y sin embargo mi vida se ha conservado.” Luego, cuando el sol salió Jacob vaciló porque donde Dios había tocado se contrajo. Fue el tendón de su muslo. Eso es lo que el hombre en ese nivel de conciencia creyó que era el poder creativo del universo.
Hoy, en 1963, tú y yo somos testigos de las cosas más fantásticas que el hombre ha concebido. Misiles espaciales que pueden llegar al sol, esas máquinas IBM, cerebros electrónicos – pero nada que el hombre haya diseñado o traído a la existencia alguna vez se puede comparar con un niño. Nada en este mundo que el hombre pueda concebir es comparable al cerebro de un niño. Pues el niño concibió el instrumento que ahora nos asusta. Tenemos una bomba, una bomba nuclear, pero eso no se puede comparar con el cerebro que la concibió, no importa lo que hagamos con ella. Leed el Génesis 32, donde el hombre una vez pensó que el acto sexual era Dios. El acto mismo de producir la cosa más sensible del mundo en la forma de un niño. (No hay una parte del mundo en la que alguien no haya erigido imágenes fálicas en su adoración a Dios.)
Ahora regresemos al Libro del Éxodo, donde el nombre cambia porque no había sido revelado aún. El hombre comenzó a invocar el nombre del Señor, pero ellos no sabían lo que invocaban. Ellos pensaban que era el sexo. Lee Éxodo 3:13-15, cómo Dios se revela a su depositario elegido, Moisés. Y Moisés dijo al Señor: “Cuando yo vaya al pueblo de Israel y les diga, 'el Señor, vuestro Dios, me ha enviado a vosotros', y ellos me pregunten, '¿Cuál es su nombre?', ¿qué les diré? Y el Señor contestó: “YO SOY quien YO SOY.” Las palabras son cada forma del verbo “ser” – “YO SOY el que YO SOY” – Yo seré lo que yo seré. “Diles, 'YO SOY me ha enviado a vosotros.'” Así que cuando vayas al pueblo de Israel diles, el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob me ha enviado a vosotros, y éste es mi nombre para siempre: “YO SOY.” No otro. Y este os llevará fuera del desierto a la tierra prometida. Esa fue la segunda gran revelación del nombre de Dios. El hombre pensaba que era el acto creativo. ¿Quién podría negar que nada en este mundo que el hombre haya creado alguna vez sea comparable al de un hijo? – nada. Y él tiene que remontarse hasta el origen del acto, y de repente sale de este fantástico organismo. Y entonces viene una revelación de otro tipo, que el nombre es “YO SOY”.
Luego viene la revelación final, que encontramos en el Nuevo Testamento, y él trae algo enteramente diferente que el hombre no ha visto antes. Él revela el nombre como “Padre”, “Santo Padre, guárdalos en tu nombre el cual me has dado a mí, para que ellos puedan ser uno como tú y yo somos uno.” Él les dió el nombre que fue su nombre y el nombre fue 'Padre' – la revelación final de Dios al hombre respecto a quién es él realmente: su padre. “Así, en muchas y diferentes maneras Dios habló desde la antigüedad a nuestros padres por los profetas, pero en estos últimos días él nos ha hablado por un hijo.” Si él ha hablado por medio de un hijo, entonces él es un padre. Y así Dios habla al hombre en sus días finales a través de su hijo, y el hijo revela a ese hombre que él es el padre de ese hijo, y entonces – y sólo entonces, el hombre sabe quién es él realmente. Pero hasta que ese día llegue, toma la segunda revelación del nombre de Dios, que es “YO SOY” y úsala, y úsala sabiamente. Tú puedes usarla para cualquier cosa en el mundo. Se te dijo que si tú blasfemas contra su nombre debes ser apedreado hasta morir, como se nos dice en el Levítico 24:16: “Cualquiera que blasfeme contra el nombre YO SOY”, y el nombre ya había sido revelado en Levítico 3. Éxodo 2 reveló el nombre. Ahora, si tú blasfemas contra este nombre, apedréale hasta morir.
Uno que nació de una mujer hebrea que conoció a un egipcio, maldijo el nombre de Dios, y ellos se aprestaron a ver qué diría Dios hacer a tal hombre: apedreadlo hasta morir. Apedrear no significa que tomes piedras y se las arrojes, como hará la gente. Las piedras son los hechos literales de la vida. ¿Cómo podría yo blasfemar contra el nombre de Dios? Con Dios todas las cosas son posibles, así que su nombre es “YO SOY”. Y me atrevo a decir: “Yo soy indeseable; yo soy pobre; yo estoy enfermo; yo soy completamente ignorado en este mundo.” Bien, esto es blasfemia contra Dios. Pues no es lo que yo quiero realmente en este mundo, ni para cualquiera que yo ame. Así que aquí yo estoy blasfemando contra Dios.
Se me dice en Juan 8: “Excepto que creas que yo soy él, morirás en tus pecados.” “Pecar” es errar el blanco. Si no creo que yo soy el hombre que quiero ser, permanezco donde estoy en ese momento de no atreverme a asumir que yo soy el hombre que quiero ser, y permanezco en esa limitación, así que muero, errando el blanco. Así que el ser que tú realmente eres – si la segunda revelación es cierta (y puedo decirte que es cierta, que su nombre es “YO SOY”) – no significa que adores algo de fuera cuando dices, “Yo soy”. Y el día que efectivamente lo contactas como si el concepto ”Yo-Tú” estuviera dentro de tí mismo, sientes quién eres tú realmente.
Ahora he aquí una historia verdadera que oí este sábado pasado. Yo no soy miembro del Club Turf, pero voy ocasionalmente cuando estoy invitado y alguien me lleva. Así el sábado pasado mi mujer y yo fuimos llevados al Club Turf. Me presentaron a este pequeño hombre que estaba sentado justo en la fila de abajo. Un tipo extraño, un tanto raro, y entonces me contaron su historia. Él había venido desde Kentucky sin un centavo. Cómo consiguió el dinero necesario para comprar una pequeña parcela de tierra, yo no lo sé, eso no me lo dijeron; pero él compró una pequeña parcela de tierra en el condado de Ventura. Quería tener petróleo, así que dormía allí mismo echado sobre la tierra. No se construyó ninguna pequeña choza – dormía directamente en el suelo. Con la cabeza apoyada en el suelo oiría el petróleo subir, olía el petróleo, y a veces llegaba a su casa a las 6 de la mañana y su esposa estaba angustiada. “¿Qué te ha pasado?” Él había estado durmiendo allí echado sobre la tierra trayéndolo.
Hoy día el hombre – yo diría que es unos diez años mayor que yo, que es 68, o como mucho 70 – no tiene problemas financieros. Ha regalado fortunas. Tiene más de 6 millones, como me dijo él mismo, pero ahora tiene otro problema, y ha olvidado el nombre de Dios. Su problema actual es el aburrimiento. Él va al hipódromo cinco días a la semana, de martes a sábado. Si gasta diez mil, no hay problema, si gasta veinte mil, eso no es problema. Pero está aburrido y no está físicamente bien, y no recuerda cómo trajo el petróleo a la existencia por el nombre de Dios. Cuando él puso su cabeza en esa tierra y empezó a escuchar, ¿quién estaba escuchando? Si le hubieras dicho: “¿Qué estás haciendo?” “Yo estoy oliendo el petróleo”. Eso es lo que él hubiera dicho. Tú has invocado el nombre de Dios. “Yo estoy oliendo el petróleo. Yo estoy oyendo el petróleo”, es lo que él hubiera dicho. Él lo atrajo todo, pero no recuerda el nombre de Dios.
Ahora está diciendo: “Yo estoy achacoso”. Él está blasfemando el nombre de Dios. Se te dijo: “El hombre que blasfeme el nombre de Dios, apedreadlo hasta morir.” La piedra está “mostrando los hechos de la vida”, así que él está mostrando los hechos de la vida. “No te sientes bien, ¿verdad?” De modo que ves que todas las cosas del mundo le van mal, y se lo dices. Estas son las piedras, pero él ha olvidado y los que están a su alrededor no lo saben. Una vez usó el nombre de Dios sabiamente y trajo la riqueza a su mundo. Él podría traer la salud a su mundo si usara el nombre de Dios.
“Éste es mi nombre para siempre”, dijo Dios en Éxodo 3. Pero revelaré un nombre aún más grande cuando el hombre comience a despertar, y el nombre final es “Padre”. Y así: “Muéstranos al Padre”, y tú serás satisfecho. “¿He estado tanto tiempo contigo y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre, ¿cómo entonces puedes decir 'muéstranos al Padre'?” Así que aquí, te digo, yo soy el padre, y nadie sabe que él es el padre. “Santo Padre guárdalos en tu nombre, que tú me has dado, para que puedan ser uno igual que nosotros somos uno.” No hay modo en este mundo de que tú y yo sepamos que somos uno, salvo a través de este último acto de Dios revelándose, cuando él te da su último nombre, que es “Padre”. Yo soy el Padre, que yo conozco, y tú serás el Padre del mismo y único Hijo engendrado de Dios. Y cuando tú le ves, como yo le he visto – y tú le verás, y tú eres su Padre – entonces tú y yo somos uno. Pues yo no puedo ser el padre de tu hijo y no ser tú. Y esa es la revelación final de Dios al hombre en este nivel.
Así, “De muchas y diferentes maneras Dios habló desde la antigüedad a nuestros padres por los profetas, pero en estos últimos días él nos ha hablado por su Hijo.” Y el hijo revela la naturaleza del padre. Nadie conoce al padre excepto el hijo, y todo aquel a quien el hijo escoge para revelársele. Hasta que ese día llegue, usa la segunda revelación – que es su nombre para siempre – y úsala sabiamente, como se nos dice en el Salmo 9, verso 10º: “Aquellos que conocen tu nombre confían en Tí.” Si tú conoces el nombre, el nombre es el indivíduo mismo. El nombre de Dios es YO SOY y eso es Dios. Así que esta noche, si tú conoces el nombre, cree en él, confía en su nombre. Y escuchas como si oyeras lo que oirías si fueras el hombre que tú quieres ser, y confías en su nombre, y él nunca te abandonará.
Aquí el nombre cambia cuando el hombre comienza a despertar como Dios, y la revelación final – no conozco capítulo más grande que el capítulo 17 de Juan, donde él se revela y se da al hombre. “Santo Padre, glorifícame con tu propio ser.” Él no quiere ninguna otra gloria. Es Dios mismo dándose al hombre, pues ése es su propósito. Y cuando él consigue su propósito, el hombre a quien él mismo se ha dado es Dios y Dios es “Padre”, la revelación final. Por lo tanto, debe haber un hijo. ¿Dónde está el hijo si yo soy un padre? Y aquí viene el hijo a la existencia y él es David, el único hijo engendrado de Dios. “David, tú eres mi hijo, en este día yo te he engendrado.” Eso está oculto en el hombre hasta ese último momento en que el velo es levantado y la paternidad es revelada al hombre a través de la naturaleza del hijo. Ahí tú ves a David, y David te dice quién eres. Tú eres su padre, él te llama padre, y llamándote padre el Salmo 89 se ha cumplido: “Yo he encontrado a David” y éste me grita: “Tú eres mi padre, mi Dios y la Roca de mi salvación.” Y tú le ves, y sin embargo no hay cambio en tu YO SOY-dad. El yo que se convierte en su padre es el mismo que había antes, sólo que un yo mucho más grande. Incluye la paternidad, pero el mismo sentido de YO SOY-dad. No has cambiado tu definida individualidad, pero ahora se ha ampliado hasta incluir la paternidad, y ese padre es Dios. Y tú se lo cuentas al mundo con la esperanza de que puedas hacérselo tan claro como lo es para tí.
Lo aceptes o lo rechaces, es verdad y el día vendrá, con el tiempo, en que cada indivíduo tendrá la misma experiencia y pasará a través de todo. Hasta que eso suceda, usa su nombre sabiamente, como se nos reveló a través de su profeta Moisés en el 3er capítulo del Éxodo. Úsalo para riqueza, salud o reconocimiento, pero no blasfemes contra el nombre de Dios. “A menos que creas que yo soy él, morirás en tus pecados.”
Así se nos dice: “Ellos tomaron piedras para arrojarle, porque les había ofendido, había blasfemado contra el nombre de Dios, pues él afirmó 'Yo soy Dios'.” Eso era blasfemia en su nivel y tomaron piedras para arrojárselas. ¿Qué piedras? Le dijeron que ellos conocían a su padre. Conocían a su madre, a sus hermanos y a sus hermanas terrenales, y los nombraron. Dijeron: Yo conozco a tu padre y a tu madre, José y María, y le nombraron a sus cuatro hermanos. Ellos implicaron a múltiples hermanas, y entonces comenzaron a mostrarle los hechos de la vida, y los hechos contradecían su afirmación. Por tanto estaban apedreándole con los hechos de la vida. Esas eran las piedras. Entonces él desapareció de entre ellos. No podía argumentar con esa mentalidad, porque ellos conocían exactamente sus antecedentes físicos, y él les estaba diciendo: “Si vosotros recibís lo que os digo, yo os daré poder para convertiros en hijos de Dios, que no nacieron de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios.” Este verso es algo enteramente diferente en la fisiología griega. “Nacer de la sangre” para ellos significaba que la semilla de hombre se mezcló con la sangre de mujer, y de esta unión vino un hijo. Nacer de la “voluntad de la carne” es por impulso sexual. No nació de esta manera. Nacer de hombre significa tener parentesco humano. No nació de esta manera. Nació de Dios. Algo enteramente diferente, en que el hombre de repente despierta dentro de si mismo y sale de su propio cráneo para descubrir que todo el tiempo ha estado dormido.
Entonces lees estas palabras en Revelación 1:18: “Y él se creyó vivo y estaba muerto.” Aquí un hombre estaba muerto, y durante todo el tiempo creyó que estaba vivo. Para todo el mundo, el sueño es tan profundo, es tan hondo, que no sabe que está dormido. Y el sueño es tan profundo que es comparado espiritualmente a un hombre muerto. Entonces un día, en el propio maravilloso tiempo de Dios, él se despierta en el hombre y lo saca adelante, y entonces despierta por primera vez para darse cuenta de que a través de las edades él ha estado muerto pero no lo sabía. Pero ahora él ha resucitado por la misericordia de Dios. Pensaba que estaba dormido mientras pensaba que estaba despierto, y sin embargo estaba muerto.
Mientras tanto, tú que te crees vivo, intenta este principio por el uso del nombre de Dios. No te fallará, te prometo que no lo hará. Pero ten en cuenta esto: puedes tener riqueza esta noche y haberla asegurado fuertemente – mobiliario, joyas, pieles, pero la dejaste cuando viniste aquí esta noche, la dejaste donde quiera que tengas esta riqueza externa. Puedes tener acciones y bonos, pueden estar asegurados, pero los dejaste donde quiera que estén, quizás en cajas fuertes, en vuestras casas. Estando justo aquí hace alrededor de dos años dejé este estrado y miré hacia fuera y vi esas enormes llamas y todas esas bellas casas ardiendo. Estaban quedando atrás donde quiera que la gente estuviera, todo consumido en cuestión de minutos. Pero una cosa no puedes dejar atrás, y siempre la llevas contigo después de encontrar el nombre. ¿Puedes ir a algún lugar donde puedas dejar atrás tu “YO SOY”? ¿Dónde puedes ir en este mundo donde dejes tras de tí el único poder en el mundo, “YO SOY”? “Aquellos que conocen Tu nombre ponen su confianza en Ti.” No en el banco, no en su posición social, su posición financiera, intelectual o cualquier otra. “Ponen su confianza en Ti”, ¿Quién eres tú? “YO SOY”. Así que cada uno que vino aquí esta noche trajo ese nombre con él. Cuando salgas de aquí vas a llevarlo contigo. Quizás tú no sabes que lo transportas contigo. Puedes tener un tesoro y no saber que lo tienes. Si yo tuviera mil millones de dólares depositados en el banco pero no lo supiera, podría morir de hambre por falta de un dólar; y sin embargo podría firmar un cheque si supiera que lo tenía, y podría retirarlo para mi necesidad terrenal.
Tú no puedes dejar tras de tí el nombre de Dios. Él mismo se puso en tí, tu mismo ser, tu propia YO SOY-dad – eso es Dios. Y puesto que es Dios, no blasfemes contra el nombre. Úsalo sabiamente, úsalo amorosamente, y yo te digo: “¿Qué estás escuchando?” Y tú me dices: “Yo estoy escuchando esto y esto”, o “Yo estoy pensando esto y esto”. Bien, mira que lo que estés escuchando, sintiendo, que lo que estés pensando, esté en armonía con tu más alto ideal. Pues tú lo atraerás igual que este hombre atrajo su petróleo de este pedacito de tierra, y hoy tiene millones – pero aburrido. Tú serás capaz de usarlo sabiamente a través de tus días terrenales, y quizás en esta encarnación el final te será revelado, pero sólo Dios sabe cuándo revela el final.
Yo puedo hablarte y contarte sobre ello, pero no puedo levantar la cortina por ti – sólo el hijo mismo puede revelarte como el padre. Yo puedo decirte: tú vas a ser el padre, eso lo sé, pero yo no tengo poder para rasgar esa cortina y mostrarte a David. Él y sólo él te revelará como el padre. “Nadie sabe quién es el hijo excepto aquel a quien él ha escogido para revelársele.” Pero yo te diré: un día él va a rasgar esa cortina de la mente y presentarse ante tí y llamarte padre. Tú sabrás exactamente quién es él; no habrá duda alguna en tu mente. Tú estás mirando a tu único hijo engendrado. Engendrado no por ninguna mujer en este mundo. Engendrado de tu propio ser maravilloso – tu mente, y ése es David. Y él será igual que es descrito en el Libro de Samuel, no hay duda sobre ello.
Yo no puedo contarte la emoción que hay guardada para ti después de que suceda. Estás tan excitado que no puedes pensar en ninguna otra cosa. Puedes aburrir a tus amigos, puedes aburrir a todo el que te encuentres, porque no puedes pensar en nada sino en este enorme acontecimiento que te ha sucedido, esta cosa celestial que ha tenido lugar. Tú puedes ser un hombre soltero, un hombre que nunca ha conocido a una mujer en este mundo, pero de repente eres un padre, y lo eres en el verdadero sentido de la palabra. Entonces sabrás que él “no nació de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios,” y él te llama padre, y tú sabes que Dios es su padre. Él te dice exactamente quién eres.
Entonces tienes que caminar por la tierra durante los años restantes excluído, porque aún estás vistiendo el ropaje de carne. Y aunque eres ahora heredero de un regalo y de una promesa que ya ha sido cumplida, aún no puedes compartirlo con los demás, de modo que no puede convertirse para ti en efectivo o completamente realizado en ti hasta que te quites el ropaje por última vez. Y entonces eres uno con el huésped celestial. Todo el mundo está destinado – no puedes alardear de ello, no puedes jactarte de ello, porque no lo has ganado. Fue todo el plan de Dios desde el comienzo: “El que comenzó una buena obra en ti” en ese momento la lleva a completarse “en el día de Jesucristo.” Y Jesucristo es Dios Padre. Por tanto, si Jesucristo es Dios Padre, y David le llama “Señor”, ¿quién eres tú? ¿No eres entonces Jesucristo? Entonces realizas las palabras: “No te das cuenta de que Jesucristo está en ti, a menos por supuesto que fracases al afrontar la prueba.” Espero que te des cuenta de que no hemos fracasado en nuestro esfuerzo.
Finalmente leerás las palabras: Y todo desapareció, y estaba sólo Jesús. Moisés estaba presente, Elías estaba presente, todos ellos vieron la gloria de Dios, y cuando todo disminuyó sólo estaba Jesús. Pues ante el nombre de Jesucristo cada rodilla se doblará y cada lengua confesará que él es el Señor, la gloria de Dios Padre. Sólo está Jesús y él tiene un hijo y está compartiendo a su hijo contigo – no andando por la calle contigo como un amigo, sino como tu hijo. Él se da a cada ser en el mundo, y no hay modo de que pueda probar que efectivamente te dio ese don de si mismo a tí, salvo como David, su único hijo engendrado, como tu hijo. La Biblia en miniatura está en Juan 3:10: “Y Dios tanto amó al mundo que le dió su único hijo engendrado.” La gente piensa que dió su único hijo engendrado y que su nombre es Jesucristo. ¡No! Jesucristo por su propia confesión es Dios Padre: “Tú me ves Felipe y sin embargo tú no me conoces. El que me ha visto ha visto al Padre. ¿Cómo entonces puedes tú decir muéstranos al Padre?”
Así que el hijo dado no podría ser ese ser que se llama a si mismo padre, y el padre es Jesucristo. ¿Quién le llamó padre? David. Así él hizo la pregunta; nadie le preguntó. Él dijo: “Yo soy el Padre.” ¿Entonces dónde está el hijo? Así que el trae la pregunta: “¿Qué pensáis de Cristo?”, y ellos dijeron: “Es el hijo de David.” ¿Entonces por qué David en el espíritu le llama Señor? ¿Si David le llama Señor, cómo puede ser él hijo de David? Y nadie hizo ninguna pregunta más. David en el espíritu le llama “Adonai”, una palabra usada por todo hijo cuando se refiere a su padre. Todo hijo habla de su padre como “Adonai”, traducido al español: “Mi Señor”. Así David le llamó “Mi padre”. De modo que él te dice quién es él y quién es David respecto a él mismo. De modo que él va a llamar a todo ser en este mundo “mi padre”. Y como Dios es uno y su nombre es uno, y ante ese nombre cada rodilla debe doblarse, tú estás destinado a saber que tú mismo eres Jesucristo, o Dios Padre.
Pero hasta que te sea revelado, usa su nombre como es revelado a través de su profeta Moisés. “Y cuando vayas a ellos sólo diles 'YO SOY' me ha enviado a vosotros.” Llévalos fuera del desierto a la luz por mi nombre. Cuando tú puedas llevarte a ti mismo hoy, no importa dónde estés, si ahora estás confundido, si eres indeseable, (como piensas que eres), o estás desempleado, (como puedes estar) – llévate de esos estados de esterilidad a estados de fructificación, un estado fructífero, en el nombre. Sólo asume simplemente “YO SOY”, y nómbralo, escúchalo, huélelo, vélo lo mejor que seas capaz, y en la medida que permanezcas leal a lo que estás imaginando y escuchando, tú efectivamente lo exteriorizarás en tu mundo. No lo juzgues antes de intentarlo.
Ahora, si lo que he dicho esta noche ofende, si estuviera en conflicto con lo que tú creías cuando viniste aquí, de nuevo vuelve a las Escrituras: “Y él les ofendió y entonces le vendieron por treinta piezas de plata.” Volvamos al Libro del Levítico. Aquí se nos dice: “Si un buey cornea a un esclavo, mujer u hombre, entonces el dueño del buey debe pagar al dueño del esclavo treinta piezas de plata y luego el buey debe ser apedreado.” El símbolo de Cristo es el de un buey. Si la doctrina cristiana ofende, bueno entonces él te ha corneado por lo que tiene que decir. Y ahora, habiéndolo corneado, el esclavo será compensado, de manera que él debe ser vendido por treinta piezas de plata. De modo que tú siempre cumples las Escrituras. La palabra siempre será cumplida. El prototipo de Jesús el Cristo fue José, y él fue vendido por veinte piezas de plata. Veinte significa “expectación decepcionada.” Treinta es perfección divina. Redúcelo a tres y tres es también asociado con la resurrección. Al tercer día de enterrado, se levantó de las profundidades. Así que aquí, si yo te ofendiera por lo que digo, entonces hazme pagar por mis treinta piezas de plata, pues las Escrituras es todo sobre mí. Pues “Si el buey cornea y de algún modo hiere a un esclavo” … entonces el buey debe ser apedreado con los hechos de la vida.
La gente siempre te arrojará ladrillos y te recordarán “Cuando ellos te conocían”, o incluso cómo ellos te conocen – pues todos nosotros estamos limitados ya que vestimos estos ropajes. Ningún hombre en este mundo puede decirme mientras viste el ropaje que él no está limitado. El Presidente Kennedy está espantosamente limitado en su mandato como Presidente. Le están viniendo ladrillos desde todas partes – lo que él prometió en su campaña para obtener su mandato, y lo que él está entregando. Y en el conflicto entre lo que él prometió y lo que en verdad ha entregado hasta ahora, tú podrías arrojarle todos los ladrillos del mundo. Y él es completamente consciente de ello. Puedes arrojárselos al Papa, a la Reina de Inglaterra, arrojárselos a cualquier persona en este mundo por no obtener cualquier ambición de los suyos. Si yo te introduje en mi secreto y te conté mi ambición, y tú como amigo sabes que yo no la he realizado, y me arrojas todas las piedras del mundo, y me recuerdas lo que dije frente a lo que he cumplido – esto es cierto de cada ser en el mundo. Sin embargo, lo cumplas o no, vuelve y aplica este principio al cumplimiento de tus sueños.
Yo puedo decirte: en mi propio caso, por pequeño que haya sido, todo se ha cumplido cuando fui fiel al uso del nombre de Dios. Cuando me atreví a asumir que soy lo que en ese momento la razón niega y mis sentidos niegan, y permanecí fiel a ello, entonces invariablemente lo realicé. Ha habido innumerables veces en que no he sido fiel a ello. Me detuve, como todos nos detenemos después de un tiempo. Luego somos subidos de repente y tenemos que volver al uso del nombre. Y así, “Aquellos que conocen tu nombre ponen su confianza en ti.” No en algo fuera de tí. Y tu nombre es “YO SOY”, y es tu nombre por siempre y para siempre. Así que pon tu confianza en el nombre de Dios saliendo de aquí esta noche en la creencia de que eres ya el hombre o la mujer que te gustaría ser y ve el mundo como lo verías si fuera verdad. Y en la medida en que permanezcas leal a esa asunción, en esa medida la exteriorizarás y la recogerás como fruto dentro de este mundo.
Ahora entremos en el silencio.
Traducido
por Javier Encina
La
conferencia original en inglés es HIS
NAME (Neville 02-26-1963)
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